Viaje sin retorno


¿Cómo surgió el proyecto de hacer un álbum como El hombre que vino del cielo?
Llevaba mucho tiempo colaborando en proyectos deficitarios muy bonitos para otra gente y me pareció que era el momento de intentar hacer algo que pudiese sentir mío. En ese contexto decidí volver al cómic, pero esta vez no de manera tangencial, sino dando forma de una vez por todas a ese tonto sueño de contar sus propias historias de aquel niño que leía tebeos.


¿Tuviste que presentar algún tipo de esquema de la obra (argumento, diseños) previo a la aceptación de la misma?
El álbum llevaba mucho tiempo en mi cabeza, pero lo presenté cuando creí estar preparado para llevarlo a cabo. El hombre… estaba planteado para ser serializado en la revista Humo y sí que me planteé una estructura en que, a partir de la introducción de ocho páginas en que se explicaba el contexto de la historia, cada capítulo representase un Estado que atraviesa el personaje. Los personajes recorrerían los distintos Estados viendo cómo les afectaba a los propios ciudadanos o a ellos mismos. El mismo día en que entregué el primer capítulo se notificó el cierre de la revista (así que en este caso no fue culpa mía). Al replantear el guión para el álbum, vi que quedaba demasiado rígido e intenté dinamizarlo lo más posible. Cuando fui desarrollando la historia de Yuri, apareció Ada y ella impuso que fuese una historia de amor con dos soñadores en medio.


¿Escribes un guión detallado de la obra antes de ponerte a dibujarla? ¿Y de cada capitulo?
En este caso sí, por mí y por mostrar a la gente de Astiberri lo que tenía en la cabeza. Cuando colaboré con Javier de Isusi y Luciano Saracino en Historias del olvido, vi claramente cómo debía presentarse un proyecto, su guión y desarrollo de personajes. Soy bastante más caótico que todo eso, pero entiendo que es una gran ventaja, tanto para el autor como para la editorial, que puede seguir en qué punto está el trabajo y en qué dirección va.

Escribí los diálogos y una somera descripción de lo que sucedía en cada página, y creo que los de Astiberri pudieron apreciar que, en efecto, aquello era un galimatías, pero encaminado a algún sitio.


¿Realizas bocetos previos o te lanzas a dibujar sin más?
Realizo primero bocetos de página. Para ganar tiempo hago el story al mismo tamaño que la página final, de modo que me sirva sobre todo para encajar los elementos y limpiar el dibujo con la mesa de luz para entintarlo con pincel. En este caso, al ser cuadrado, la página es de 29,75 x 29,75 cm., de modo que luego lo reduzco al ancho de folio para escanearlo y trabajar los grises con Photoshop.


El formato cuadrado no es muy frecuente en el cómic por el desperdicio de papel que supone. ¿Has notado alguna diferencia desde el punto de vista creativo? ¿Es distinto el ritmo, la composición de página?
La composición se hace muy divertida. A mí el tema de los formatos me gusta mucho y, en ese sentido, fue una gozada trabajar en un formato tan especial y con unas solapas tan grandes que apetecía hacer un desplegable con la portada. Desde luego, la edición me parece un capricho precioso.


Hablando de páginas, observo que en esta obra usas a menudo la fragmentación de una sola imagen en varias viñetas (páginas 9, 50, 51, así de memoria). ¿Te gusta experimentar con la página como elemento narrativo?
Me gustaría pensar que cada página es importante y experimentar, sobre todo en ese nivel me parece esencial. Algo que intento es adaptar la narración, así como el dibujo, al tipo de historia que esté contando. Soy consciente de que nunca seré un gran dibujante, pero me gustaría pensar que sí sé, o llegaré a saber, narrar. Conozco autores que disfrutan del dibujo, yo sin embargo disfruto más pensando cómo se va a contar la historia, intentar captar el ambiente que requiere, captar su espíritu, aunque suene un poco rimbombante.

En cuanto a las paginas-viñeta, me gustan sobre todo por cambiar el ritmo y me sirven para intentar destacar momentos de la historia. En unos casos la intención era representar pensamientos de una forma más evocadora, en otros creía que las palabras sobre una sola imagen tendrían más fuerza, dejando que el lector participase más activamente.


En tu estilo se fusiona el uso intensivo del ordenador en grises, fondos, rotulación con un uso muy orgánico de la tinta. ¿Te gusta fusionar ambas herramientas? Si tuvieras que quedarte con una, ¿dónde te sientes más cómodo?
La tinta me gusta mucho. En esta ocasión he utilizado pincel: lo bueno es que le da soltura al dibujo, el problema es que coge vida propia y a veces es difícil de domar. Los grises cada vez me dan más respeto, pero me gustaría llegar a dominar un blanco y negro más puro.

Con todo, la mezcla de analógico y digital me parece muy interesante, y espero que llegue a fundirse para que sea lo más fluido posible.


Hablando de técnicas y tecnología. En toda la historia, los flashbacks tienen un color más velado, grisáceo, excepto en el capítulo final, en el que pese a ser un hecho del pasado no es recordado por nadie en concreto. ¿Tratabas de asociar el gris a lo brumoso de los recuerdos más que al pasado?
Por una parte es precisamente eso, por otra quería que el lector tuviese pistas para saber en qué momento de la historia estamos, porque no hay una transiciones muy claras, más bien vamos adelante y atrás constantemente, sobre todo en la segunda y tercera parte del álbum.


Hablemos un poco de la historia y los personajes. Yuri Snoble me trae recuerdos fonéticos de Gerhard Shnobble, el personaje creado por Eisner para una de sus más famosas historias. Dado que hay algún otro paralelismo (el volar y escapar de la realidad que nos rodea), la pregunta es obvia: ¿era un homenaje? ¿Fue una influencia en la gestación de la historia?
Totalmente, lo más cerca de los maestros que uno puede estar es mediante pequeños guiños. Realmente, en la historia de Spirit un hombre normal tiene que ocultar que puede volar y cuando realmente se decide a dar el paso, acaba tiroteado en medio de una historia que no es la suya.


En los otros nombres no termino de pillar los homenajes si los hay. ¿Me puedes ayudar?
Sapauka es la transcripción fonética de “cerilla” en polaco. Es una de esas historias que no sé si haré al final. Como decía antes, me gusta jugar con los formatos y suelo hacer lo que llamo “habitaciones mínimas”. En este caso tenía en mente la historia de Fosforina Sapauka, una cerilla encerrada en una caja (tal cual, el formato sería la caja de cerillas y dentro tendría una hoja que se iría desplegando).

En la hoja veríamos su historia, su infancia en el bosque rodeado de otros árboles y cómo un día un leñador vino y sus hermanos fueron casas y libros llenos de historias; pero él, Fosforina Sapauka, intrépido aventurero, siempre quiso vivir la vida al límite, de forma que pide al lector que raspe su cabeza en la caja, que le permita vivir su vida, fugaz pero intensamente (huy, como ya la he contado ya está hecha la historia). El portero, Sergei, es un homenaje a la canción de Os Resentidos “Triste Serguei”, de la que me habló Juanjo el Rápido, y Ada Yurinca es un chiste privado de los amigos, que a través de estas sutiles estratagemas (como dedicarles el álbum) se ven abocados a comprarse el tebeo (en efecto, cuando les hablo de cómic me hablan del Super Humor que leían de niños).


La historia está ambientada en un país imaginario llamado la Unión de Estados, que pese a recordar a la extinta Unión Soviética, también tiene paralelismos con nuestra propia sociedad. ¿Era importante mantener el tono de fábula y no acercarlo demasiado a ninguna realidad?
Me cuesta no abstraer la historia a un mundo más inconcreto. Con todo, creo que necesitaba un mundo que funcionase con reglas propias, en el que se pudiesen dar situaciones irreales sin que se cuestionasen demasiado y en el que elementos tan dispersos pudieran integrarse. No sé si este mundo existe, eso sí. Me lo iban contando los personajes.


La obra presenta a terroristas "dependentistas", es decir, que quieren la unión de ese país que se ha desmembrado (alejándonos de la realidad de nuevo, pero sirviendo a la metáfora), y en ese sentido se transmite (o al menos así me lo parece a mí) un profundo sentimiento en contra de todos los patriotas y de los que usan la política para lucrarse y manipular a los demás.
En general me dan bastante miedo los salvadores de cualquier signo. La patria es un argumento muy emocional que hace que las personas más racionales que conozco sean impermeables a cualquier argumento que no reafirme sus propias ideas. Me preocupa que ante situaciones tan espinosas se instrumentalice a unos y otros, y sobre todo que se genere esa polaridad de buenos y malos que legitime situaciones totalmente injustificables. Estoy en contra del terrorismo, de cualquier tipo y venga de donde venga. Me parece inexcusable, pero no me inspiran ningún tipo de confianza los Gobiernos que utilizan la palabra “terrorismo” como excusa para recortar derechos y libertades o los que usan la guerra en nombre da la paz. También parecen buscarse atajos demasiado frecuentemente intentando, al modo de Alejandro, cortar todos los nudos de un solo tajo. Si encendemos la televisión, vemos las mismas noticias a las mismas horas en distintos canales, sin apenas variantes. En ese sentido no parece haber demasiado espacio para la reflexión, están demasiado empeñados en que los titulares generen corrientes de opinión en una u otra dirección. Parece haber demasiadas personas buscando culpables en lugar de soluciones.


Otro de los grandes temas de la obra es la imposibilidad de volver a casa, de volver a un sitio que hemos dejado porque siempre cambia. De nuevo me gustaría que nos contases tu visión del tema dentro de la historia y su importancia en la misma.
Me parece bonita y triste a la vez la necesidad de las personas de volver hacia atrás. Parece haber una tendencia de la gente al crecer de intentar atrapar el pasado, muchas veces mitificándolo. Sin embargo, cuando el tiempo avanza sólo lo hace en una dirección y es imposible recuperar lo perdido. Es algo que nos supera. Somos como salmones, que una vez que ven que se acaba su tiempo deciden volver al lugar al que nacieron.


El hombre que vino del cielo también es una historia de amor. ¿Te sientes cómodo trabajando con los sentimientos?
Soy vasco, no estamos programados para mostrar los sentimientos, así que tengo que hacer tebeos para poder decir “te quiero”.


El viaje del personaje por los Estados que representan los siete pecados capitales, ¿tiene algún tipo de connotación moral? ¿O más bien son territorios que visitamos en nuestra vida y que modelan nuestra personalidad, que nos hacen cambiar y alejarnos de lo que fuimos en el pasado?
Tampoco intenta ser una fábula moral. Sí me parece que desde los cómics se puede afrontar la realidad, aunque sea de un modo tan periférico. En ocasiones los personajes son simples títeres, llevados por las circunstancias. En otras son los artífices de sus propios destinos, eligiendo conscientemente su camino.


Por ultimo, preparas un álbum con guión ajeno. ¿No has disfrutado con tu doble faceta de guionista y dibujante o simplemente las propuestas de estos guionistas te cautivaron?
Lo que llena ahora mi tiempo es el dibujo de Corina y el pistolero, con guión de Luciano Saracino. La propuesta me pareció curiosa porque no creo ser un gran dibujante. Pensaba más bien en realizar o un guión ajeno o meterme en un proyecto personal. Cuando Jorge Iván me propuso hacer esta colaboración con Lucho, me pareció un máster de cómo construir una historia, y en ese sentido no creo haberme equivocado. Es una historia que voy captando mejor a medida que la voy haciendo, y es un placer trabajar con un guionista tan agradecido y receptivo a las ideas ajenas como él lo es.

El realizar un trabajo así creo que me está abriendo un abanico desconocido y me está llevando a otros sitios a los que no hubiese llegado solo. Me gustaría ir alternando guiones propios con otros ajenos. Me parece que entrar en el mundo de otras personas no puede dejar un balance más que positivo.